lunes, 4 de junio de 2007

Cuando la verdad estropea reportajes

"En el periodismo se busca la verdad, pues se trata de un trabajo importante y de gran responsabilidad. Nunca hay que tomar identidades falsas y si apuntar los detalles". De esta forma se expresaba Stephen Glass, un joven reportero estadounidense, a la hora de explicar los fundamentos de la profesión periodística. La historia de Glass no es una historia más sobre periodistas; es también un relato didáctico del no-periodismo, y un ejemplo claro de como la prensa digital destapa las grandes mentiras que se cuecen en las redacciones de los grandes medios.

La historia en cuestión se narra magistralmente en la película "el precio de la verdad" y el libro autobiográfico "The Fabulist". La película trata sobre todos los reportajes que Stephen Glass redacta para "The New Republic" y la brillantez con la que en apariencia se involucraba en cada historia, contando relatos emocionantes y estremecedores que sólo tenían un inconveniente: eran falsos. El escándalo jamás se habría destapado sin las investigaciones de la edición digital de la revista Forbes, mucho más humilde que la poderosa publicación The New Republic. En 1998, cuando la prensa on line estaba dando sus primeros pasos, Forbes dio una lección de profesionalidad y rigor al denunciar la falsedad de la columna "Hack Heaven" (en ingles), que relataba como un hacker adolescente puso en jaque a una gran compañía informática con sus ataques (una historia que pudo ser verdad pero no lo fue).

La primera reacción natural después de ver la película es arremeter contra el reportero impostor, y no falta razón pues no hay duda de que la responsabilidad de la mentira es suya. No obstante, también se podría poner en tela de juicio el papel del director de The New Republic, y de todos los compañeros de la redacción. Parece inverosímil que una cantidad de embustes tan llamativos en prácticamente todos los trabajos que Glass hizo para la revista no llamaran la atención de nadie. Todo parece indicar que tanto el director como los compañeros prefirieron proteger a Stephen, aunque con esa decisión se atentase contra los lectores, que ante todo, tienen derecho a que se les cuente siempre la verdad.

Escena de la película con los periodistas de Forbes investigando el artículo.

En todo caso, la película trata con demasiada benevolencia la figura de Stephen Glass. Lo presentan como un personaje con ciertas dificultades sociales, muy preocupado por caer bien a sus compañeros. Le obsesiona la idea que "molestan" sus comentarios, y tiene cierta sugestión hacia una persecución hacia él por parte de los jefes. La moraleja de la película es que se trata de un "buen chico" que sólo mentía para alegrar a sus lectores y a sus jefes. La realidad probalemente sea mucho más cruda. Hay pocas dudas de que Stephen mentía para atribuirse méritos que no eran suyos, y de esa forma traer mejores historias a la redacción. Un caso parecido lo tuvimos en España hace cuatro años, cuando el director de informativos de una televisión llegó a manipular de tal forma la información, que pudo escondernos una Huelga General; aunque por fortuna un tribunal le obligó a rectificar (PDF). Alfredo no mentía para alimentar su propio ego, pero si para servir a los intereses del poder. El resultado, en todo caso, era el mismo: el atentado contra el derecho de los ciudadanos a la información.

El trailer de la película

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